miércoles, 30 de septiembre de 2009

Se fueron. Todos.

Solo bastó con despertar y darme cuenta que no había nadie, nadie en mi casa, nadie en mi edificio, nadie. Mucho menos nadie en mi cuadra. Salí a la luz de aquel cambio de estación intentando saber si vos también al igual que todos no estabas, si te habías ido.

Sin poder usar mis alas como de costumbre, camine casi reptando las calles cuesta bajo sin cruzar nada ni nadie, la ciudad no tenia los colores ni sus sonidos habituales, todo yacía sumamente sin ecos e inanimado. Me di cuenta que una avenida de varios carriles sin coches, con solo viento en ella, puede parecer la máxima exponencial de la quietud y la pereza; una fuente sin su habitual ciclo es casi tan aburrida como tomar nota de la vuelta al mundo de un caracol en su propia marcha.

Complicado fue recorrer cuadras sin poder volar; ni siquiera con mis rueditas podía ir. Aunque te aclaro y dejo inamovible en estas crónicas, más difícil se me hizo el tener que trepar los pisos de completa verticalidad en el no pequeño intento de terminar de ratificar tu existencia. Con uñas y dientes subí asiéndome al muro blanco de la fachada para entrar en tu balcón con un salto casi digno de la performance protagónica del circo.

Me metí casi como dueño de casa, sin importarme absolutamente nada más que encontrarte. Completa y cruda fue la realidad de no hallarte, desilusionante y atroz la escena de mi mundo vació. Todo el mundo se había ido.




1 comentario:

  1. Declaro públicamente que este es el mejor texto! Escalofríos me dio con cada palabra que leía.
    Excelente redacción!
    Un aplauso :)

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