miércoles, 9 de septiembre de 2009

Su salud y la preocupacion.

Hacía mucho que no le hablaba a la cara, que no lo miraba a los ojos y de repente lo hacia sin motivos aparentes. Debo confesar que como se le dirigió jamás lo había hecho. Su discurso y su llegada fueron diferentes a lo ya conocido, planteando sin lugar a dudas nuevos movimientos en este juego de ajedrez que lo comandaba.

Por primera vez se sintió útil, prestándole atención a algo que de verdad importaba frente al deseo inequívoco de su triste manifestación. Ella frente a él; si, completamenté frente a él para contarle todo lo que le pasaba. Fue inevitable no sentir su perturbación, se enrarecía el aire logrando espesarlo casi como si el humo lo invadiera.

El soliloquio entrecortado de ella se escuchaba al aire libre en el intento de buscar reparo, mientras él, atónito e in elocuente prestaba su oído y toda su presencia en plaza, hilvanando pensamientos a toda velocidad por su cabeza. No pudo no preocuparse, imaginó mil desenlaces en un solo instante. Avasallantes cuadros en su cabeza, desde la idea del horrible sufrimiento y agonía; hasta la total y estupida incoherencia de perderla y no tenerla mas con él sin haberla tenido nunca. Terrible era el medio que lo asaltaba frente a la imagen de perderla.

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